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Al borde del abismo
UICN son las siglas en español de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, una organización mundial de expertos en distintos campos de las ciencias, con comisión en decenas de países en el planeta y referente internacional para otras organizaciones y gobiernos en materia de conservación, siendo una autoridad en la materia. También es importante conocer CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres), un acuerdo que firmaron los miembros de la UICN en 1963 y fue ratificado por mas de 80 países en 1973.
Este documento y los veladores de su cumplimiento son conocidos entre los cultivadores de orquídeas u otras familias botánicas. UICN a través de su informes, estudios y conclusiones ha creado importantes precedentes que con el tiempo se han convertido en líneas de trabajo permanentes, llegandose a estandarizar mundialmente algunos de sus criterios para el uso en cualquier estudio público o privado relacionado con la conservación ambiental. Uno de los estándares más adoptados es su categorización ordinal de los grados de amenaza en los que se encuentra una especie. Esta categorización ha evolucionado y mejorado enormemente a lo largo de los años, teniéndose en cuenta ya, por ejemplo, los valores cuantitativos referentes a una especie en la decisión de incluirla en una categoría concreta. Puede consultarse el documento completo donde se describen todos los códigos de categorización y las claves de criterios cuantitativos buscando “Categorías y Criterios de la Lista Roja de la UICN” (Versión 3.1 en el momento de redacción de este articulo).
Fantasmas de los bosques
No hay duda que la familia de las orquídeas está en la cúspide de los vegetales en cuanto a evolución y diversidad. Son las plantas que mantienen las relaciones más complejas con otros reinos (Animalia y Fungi) al mismo tiempo para completar su ciclo de vida. Tienen una enorme dependencia de estas relaciones, hasta el punto que las dos etapas más importantes de un vegetal, la reproducción y la germinación, la dejan en manos de animales (polinizadores) y hongos respectivamente.
Las semillas de orquídeas son tan sumamente pequeñas, con el fin de ser transportadas y distribuidas por el viento, que carecen de reservas -endospermo- que les permita germinar de forma autónoma. Para ello es necesario que se establezca una relación con un hongo que le aporte los nutrientes necesarios hasta que la plántula sea capaz de valerse por sí misma a través de sus raíces y la fotosíntesis en sus hojitas. Algunas orquídeas han llevado esta relación de ‘nacimiento’ hasta extremos y dependen toda su vida de la presencia del hongo. Algunas bajan la producción de pigmentos fotosintéticos, incluso llegan a dejar de generarlos por completo porque no los necesitan para su nutrición al alimentarse únicamente a través del hongo. El culmen de la evolución en estas relaciones es la pérdida casi total de hojas -orquideas afilas micodependientes- la planta vive fundamentalmente bajo tierra, se alimenta de lo que le proporciona el hongo y sólo emerge del subsuelo para florecer. Seguir leyendo Fantasmas de los bosques–
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