No hay duda que la familia de las orquídeas está en la cúspide de los vegetales en cuanto a evolución y diversidad. Son las plantas que mantienen las relaciones más complejas con otros reinos (Animalia y Fungi) al mismo tiempo para completar su ciclo de vida. Tienen una enorme dependencia de estas relaciones, hasta el punto que las dos etapas más importantes de un vegetal, la reproducción y la germinación, la dejan en manos de animales (polinizadores) y hongos respectivamente.
Las semillas de orquídeas son tan sumamente pequeñas, con el fin de ser transportadas y distribuidas por el viento, que carecen de reservas -endospermo- que les permita germinar de forma autónoma. Para ello es necesario que se establezca una relación con un hongo que le aporte los nutrientes necesarios hasta que la plántula sea capaz de valerse por sí misma a través de sus raíces y la fotosíntesis en sus hojitas. Algunas orquídeas han llevado esta relación de ‘nacimiento’ hasta extremos y dependen toda su vida de la presencia del hongo. Algunas bajan la producción de pigmentos fotosintéticos, incluso llegan a dejar de generarlos por completo porque no los necesitan para su nutrición al alimentarse únicamente a través del hongo. El culmen de la evolución en estas relaciones es la pérdida casi total de hojas -orquideas afilas micodependientes- la planta vive fundamentalmente bajo tierra, se alimenta de lo que le proporciona el hongo y sólo emerge del subsuelo para florecer.
Hasta hace pocos años se pensaba que estas orquídeas eran parásitas, que insertaban sus raíces en otras plantas o se las calificaba como saprofitas. Aunque hay muchas plantas de otras familias que son parásitas, en el caso de las orquídeas ya sabemos que no existe hasta el momento ninguna especie parásita y mucho menos saprofita. Son plantas de nutrición micoheterótrofa, puedes leer más acerca de esto en artículos anteriores: «No hay color» o «Pon un hongo en tu vida«.
Son verdaderas joyas botánicas.
Por suerte en España tenemos una de estas joyas; la conocida popularmente como orquídea fantasma, llamada así por la dificultad para su localización; sólo podemos saber dónde se encuentra en el momento de su efímera floración. Éstas son Epipogium aphyllum.
En estos días de Julio están en plena floración y, como joyita botánica creo que merecen una entrada dedicada.
Descrita en 1814 por el botánico sueco Peter Olof Swartz, el nombre del género, Epipogium, hace alusión a la posición no resupinada de la flor, es decir, el labelo se encuentra en la parte superior a diferencia de la mayoría de las orquídeas, las cuales resupinan la flor y el labelo queda en la parte inferior de la flor. Su origen etimológico es del griego «epi» (arriba) y «pogium» que proviene de la palabra «pogón» que significa barba, debido a la forma de perilla o barba en la que termina esta pieza floral. «Aphyllum» del latín, sin hojas.
El género Epipogium está integrado sólo por cuatro especies pero muy distribuidas entre varios continentes; en Europa donde solo se encuentra Epipogium aphyllum, en Asia, África y Australia donde se encuentran las otras tres especies. Todas afilas, hipogeas, sin pigmentos fotosintéticos y completamente dependientes de su asociación con hongos.
El hábitat de Epi. aphyllum suele ser bosques frescos y húmedos, hayedos, abedulares o de coníferas, cualquier tipo de suelo siempre rico en materia orgánica, floreciendo en umbrías entre la hojarasca. En España, su distribución está localizada en sólo cuatros puntos con pocos individuos muy dispersos entre sí, sumando poco más de 40 ejemplares incluyendo todas las poblaciones: Sierra Cebollera (La Rioja), Valle de Belagua (Navarra), Valle de Linza (Aragón) y Valle del Sobira-Pallarés (Cataluña). En Aragón existía otra pequeña población pero ya está extinta. En la Península Ibérica se encuentra clasificada por la UICN en situación de Peligro Crítico B2 D. ¿Qué significa esto? Peligro Crítico (CR) es el nivel de clasificación previo al colapso o extinción. B2 se refiere a su distribución, en este caso «Distribución geográfica restringida grado 2»; el peligro de extinción o colapso de las poblaciones es altísimo por la ocurrencia fortuita de un evento individual o de la interacción de unos pocos eventos amenazantes en la localidad donde se encuentren, por ejemplo un pequeño incendio o un simple corrimiento de tierra. La D es una amenaza adicional, corresponde al título «Interrupción de los procesos e interacciones bióticas», en resumen en el caso de las poblaciones ibéricas de Epipogium se refiere a la interacción de los herbívoros. Tanto el ganado doméstico como herbívoros cinegéticos destinados a la caza se comen las floraciones todos los años y, por el momento, no hay medidas de protección en algunas de las poblaciones frente a esto. Corzos alimentados con joyas botánicas en peligro crítico de extinción.
La biología de estas plantas comienza a conocerse con mayor precisión en los últimos años y, sin duda, aún tendremos muchos secretos por descubrir. El cuerpo hipogeo de estas plantas es complejo, está formado por un rizoma de forma coraloide compuesto por varias pseudo-raíces gruesas formando ramificaciones unidas entre sí. Estas ramificaciones crecen paralelas al suelo con una doble función: nutricional mediante asociación con hongos y otra de almacenamiento, principalmente de almidón, similar a la que ejercen los bulbos o pseudobulbos de otras orquídeas terrestres. De este rizoma parten finos estolones, brotes laterales de hasta 50 cm en el que crecen, a lo largo, pequeños bulbitos con rizoides que darán lugar a nuevos individuos clones de la planta madre. Esto es reproducción asexual.
Epipogium aphyllum forma micorrizas de tipo endomicorriza orquideoide con una relación simbiosis micoheterótrofa principalmente con el famoso género de hongos Inocybe (en un 75%), aunque hay evidencias de presencia de micorrizas con otros géneros: Hebeloma, Xerocomus, Lactarius y grupo Thelephora. No es una planta con alta especificidad en la elección del hongo, al menos de forma intragenérica dentro del género Inocybe. Esta asociación con hongos se produce en todo el rizoide coraloide de la planta, pero nunca en las zonas apicales, ni a lo largo del estolón, ni en los nuevos bulbos. Esto deja la puerta abierta a la posibilidad de germinar semillas de forma asimbiótica en un medio de cultivo estéril, para luego inocular los bulbos en crecimiento con micelio aislado del hongo para su reintroducción en la naturaleza. Tarea nada fácil porque, entre otros factores, los hongos micorrícicos son bastante resistentes al crecimiento in-vitro, concretamente Inocybe ha sido imposible de cultivar in-vitro, pero dado la baja especificidad de la planta para seleccionar el hongo al que asociarse, se podría intentar con especies de hongos con posibilidad de crecimiento in-vitro (Hebeloma, Lactarius).
Dentro del género de hongos Inocybe no hay ninguno cuyas setas sean comestibles, aunque sí han sido ingeridos como hongos psilocibios o alucinógenos por su alto contenido en muscarina. El consumo de especies de este género es extremadamente peligroso, a veces con desenlaces fatales. Es importante destacar que los hongos micorrícicos Inocybe establecen siempre asociaciones simbióticas de tipo ectomicorriza con el resto de plantas, pero cuando la planta es una Epipogium (u otras orquídeas), es forzado por la orquídea a adaptar la morfología de su interfaz simbiótica al tipo endomicorriza orquideoide. En un estudio se encontró que el mismo hongo que formaba ovillos dentro de las células vegetales de la orquídea era genéticamente el mismo que estaba formando ectomicorrizas en el 12% de las puntas de las raíces de los árboles circundantes que se estudiaron.
Las flores de Epipogium aphyllum tienen aroma a plátano muy maduro y, aunque ofrecen néctar en pequeñas cantidades, son raramente polinizadas. Todas las poblaciones generan muy pocas cápsulas con semillas viables, esto puede deberse a la baja presencia de insectos en las umbrías donde habitan estas plantas. Puede deducirse por tanto, que parece principal la dependencia de reproducción asexual a través de los estolones subterráneos. La reproducción asexual es un problema añadido para su conservación puesto que la variabilidad genética es nula cuando la reproducción es mediante estolones y no por semillas. Esto hace que su capacidad de adaptación a cambios del entorno esté fuertemente limitada. Una buena práctica para aumentar las poblaciones y mejorar la genética en la situación extrema de riesgo de extinción de esta especie sería la polinización manual por parte de los agentes encargados de su protección y conservación.
La situación de estas plantas es grave y es urgente tomar medidas. En la Comunidad Foral de Navarra aún no tienen establecida ninguna figura de protección legal para estas plantas, aunque sí tienen un seguimiento por parte de los agentes forestales, se encuentran en una situación de precariedad absoluta porque, para añadir un problema más, esta población de Belagua se encuentra en las inmediaciones de un área recreativa forestal. La amenaza es múltiple en esta población: la herbivoría cinegética, la presión humana por la cercanía de un área recreativa, la no figura de protección legal específica, tampoco se encuentran en el interior del perímetro de ninguna zona protegida, y también, por qué no decirlo, la presencia continua de aficionados y fotógrafos pisoteando la zona, probablemente estropeando sin saberlo algún brote apical preparado para el año siguiente. En La Rioja tampoco tienen ninguna figura de protección legal, pero al menos se encuentran dentro un Parque Natural.
Cómo mínimo debería ser especie de máxima protección en todas las comunidades donde esté presente. Deseable sería la instalación de pastores eléctricos durante la época de floración y, como medida perfecta, la prohibición de acceso a las inmediaciones de las plantas en estas fechas. Una medida no menos importante sería aplicar protección especial también a los árboles que circundan a los individuos porque la dependencia de la existencia y buena salud de esos árboles es fundamental para la conservación de estas orquídeas, estos árboles deberían estar fuera de la gestión forestal normal. En mi opinión, estas acciones deberían aplicarse para todas las poblaciones peninsulares. No se puede entender que para plantas como Cypripedium calceolus en una situación mucho más favorable haya vigilancia humana día y noche -medida que me parece excelente- u otras orquídeas como Anacamptis papilionacea gocen en Navarra de la máxima protección legal, que aunque muy escasa por esas tierras es muy común en amplias zonas de la Península y, sin embargo estas Epipogium, verdaderas joyas botánicas al borde la extinción, ni siquiera tengan una protección legal.
Como propuesta personal a las administraciones, la firma de un marco de colaboración entre todas las comunidades en las que existe Epipogium. Un marco para su protección, conservación, intercambio de conocimientos e incluso genético con un banco de germoplasma común y la financiación conjunta de un programa de larga duración de investigación para su multiplicación en laboratorio y reintroducción de refuerzo en la naturaleza.
Ojalá se tomen suficientes medidas para que, en unos años podamos dar la buena noticia de que las poblaciones de Epipogium de la Península aumentan, algo difícil pero no imposible con voluntad y perseverancia.
Nota: se me pasó mencionar la población descubierta recientemente en el hayedo del Parque Natural del Montseny.
Actualización: Os dejo la ultima población descubierta por mí: http://www.floramontiberica.org/FM/078/Flora_Montib_078_090-091_2020.pdf
Si te gustó el articulo y amas a estas plantas, puedes invitarme a un café y ayudarme a continuar con la tarea de recuperación y conservación de orquídeas silvestres.
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